domingo, julio 30, 2006

DEL AYUDAR Y SER AYUDADO


Fotograma 23:

"Chola en La Paz"

Esta imagen me produce varias sensaciones y reflexiones. Se trata de una proyección tanto de imagen como de realidad en la que se está sumergido. La chola en el fotograma personifica la invalidez social, el desamparo marginal al cual muchos ciudadanos del mundo son sometidos a diario, y en muchas ocasiones producto del poder que manejan instituciones como en la que su figura se extiende: La Iglesia.

El juego de contradicciones es rico y variado. Deliciosamente irónico y despiadado con el desposeído para deleite del poderoso, reflejando ciertamente lo que somos como sociedad a nivel micro: seres individualistas e indolentes con el acontecer ajeno.

Definitivamente que mi percepción de la gente es esa: Ser ayudado al máximo pero evitar después hacerlo y aprovechar y estrujar al máximo la mano extendida previamente. ¿Por qué?

Irónicamente existen aquellos que te ofrecen ayuda a destajo y de sobremanera, para desaparecer mandrákicamente cuando se les cobra la palabra ... el objetivo: Sólo puede descansar dentro de su antojadisa y narcisista visión de mundo, donde el decir equivale al hacer. Paz espiritual de por medio.

Nunca entenderé la misión ni la visión de estos seres. Aquellos que te engalanan verbalmente, y hacen sobrenotar su capacidad de benevolencia social invitándote y ofreciéndote alternativas de ayuda por doquier, para lamentablemente siempre arribar al mismo muelle: Puerto del Olvido.

Aquella chola que extiende su mano sabe que lo hace en el lugar indicado. Si se tratara de una antropóloga o socióloga, quizás tendría un valioso estudio y ricas estadisticas sobre sus manos. Esas que sacan una radiografía al católico que domingo a domingo se va a pegar en el pecho pidiendo perdón en misa ... pero que en el fondo sabe que ese perdón le garantiza seguir siendo el hipócrita reincidente, incapaz de autocontrolarse y porqué no ... de darle una moneda a esa chola sentada a la salida del templo que le aliviana la carga de su triste y "cristiana" existencia.


jueves, julio 27, 2006

CRUZ DE REYES


Fotograma 22:

"El Turri"

Que lindas son las calles de Valparaíso. Enredadas, torcidas y en un constante subir y bajar. Acá no funciona aquello de decir "siga derecho por esta calle para llegar a tal parte", pues el diseñador de este plan, que ciertamente no fueron los españoles, olvidó las cuadrículas y planos reguladores en casa.

Esta ciudad no ha sido fundada. Es hija de la generación espontánea y de la necesidad de ganarle terreno al mar para establecer allí una suerte de plan forzado, impuesto y antojadizo. Cada metro agregado, cada vereda extra, sostiene sobre si la historia de una promesa portuaria gloriosa.

Esta imagen corresponde al famoso reloj Turri (1929), ubicado a los pies del cerro Concepción. Frente a él existe un juego de faroles. Allí alguna vez estuvo el desaparecido edificio Helsby, pero antes lo hizo la Cruz de Reyes, especie de animita conmemorativa por el naufragio frente a las bodegas de don Gaspar de Reyes, a orillas del mar durante el siglo XVII.

Varios siglos han pasado y varios metros al mar se han pedido prestado. Es por ello que el subsuelo porteño guarda en sus entrañas los más inesperados tesoros, provenientes del mismo mar que baña sus costas.

Barcos, muelles, anclas, y vestigios varios de aquellos naufragios producidos en aquella época en que para atravesar hacia el Almendral había dos opciones: Cruzar por lo que se conoce popularmente como "Cueva del Chivato" (Hoy cubierta por el diario El Mercurio), que sin duda era sinónimo de muerte y/o valentía; ó hacer el trayecto por el mar, arriesgándose a quedar barado en algún roquerío inhóspito del puerto.

Los tiempos han cambiado. Hoy tenemos metro, buses, troles y demases. Pero esa mística se ha logrado mantener, ha logrado sobrevivir a los extraños cambios a los que la ciudad ha sido forzada, a los extraños experimentos provenientes de los "brillantes genios" de turno.

Creo que tendremos el Valparaíso como lo conocemos y vivimos para rato. Esta ciudad aparentemente condenada tras el sismo de 1906 y ejecutada por la apertura del canal de Panamá en 1914, se acostumbró a ser el tío pobre de la familia. Aquel que no te da billetes de 10 mil cuando lo visitas, pero que al regalarte un poquito de su encanto y complicidad, te obliga y te condena a quererlo para siempre.





lunes, julio 24, 2006

AMPLIANDO EL HORIZONTE



Fotograma(s) 21:

"Panorámicas"

Siempre es interesante experimentar con nuestra cámara. A veces, aunque sea probando las cosas más obvias se suelen conseguir resultados muy motivantes. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante de arquitectura era clásico la realización de tomas panorámicas para delimitar el campo de la mirada.

Personalmente las encuentro muy atractivas. Logran emular de buena forma nuestro campo de visión, que es bastante más amplio que el estrecho "4:3" que nos brinda, por ejemplo, la televisión. El cine ha sido más generoso con nuestros ojos, regalándonos excelentes tomas panorámicas (16:9) en algunos de sus filmes.

Sin embargo, nuestra fiel cámara de bolsillo, por rústica que parezca ante estos mounstruos del séptimo arte, nos permite más versatilidad y jugabilidad con las imágenes que podamos capturar. Lo esencial es contar con un trípode y situarse en un lugar nivelado .

Luego de tomar la primera imagen, giramos lentamente la cámara hasta dejar un 50% de la fotografía anterior dentro del nuevo cuadro, así tendremos mejores posibilidades de que la imagen no se deforme tanto.

Lo bueno es que puede hacerse tanto horizontal como verticalmente. Las que publico ahora no quedaron muy refinadas, pero se debe al uso de un filtro degradé que es dificil de controlar cuando lo sujetas con la mano ; )

Suerte.

jueves, julio 20, 2006

PROYECCIONES ESTELARES


Fotograma 20:

"Cine bajo las estrellas 2"

Es la segunda imagen de una serie de secuencias sacadas desde la azotea del Consejo de La Cultura. Aún recuerdo ese día en donde un espacio tan íntimo como el cine era en cierta forma, absorbido y expuesto en el tránsitar de la ciudad. Era algo medio surrealista. Daba la sensación que una mano gigante había arrancado de cuajo el techo y paredes de un cine, mas no importándole a sus enfocados ocupantes.

Las luces construían la escena. Daban vida a un espacio que se modelaba a través de las caras atentas de todos aquellos pasajeros espectadores, poco acostumbrados a una proyección tan particular como ésta. La película quizás no importaba mucho, es más, varios al preguntar sobre el film de turno, asentían animosamente al escuchar el nombre de alguna obra secretamente desconocida por ellos. Pero que era gratis y había que aprovechar.

Desde arriba la vista era bastante distinta. Elevarse me daba la sensación de convertirme en una suerte de mini dios, un ojo avisor que puede observar sin ser observador, deteniéndose en fugaces detalles imperceptibles para los protagonistas de aquel mágico momento.

Recuerdo la presencia de un loquito, algo clásica en ese tipo de eventos, que lentamente se comenzaba a dirigir hacia el telón desde atrás, fumando peligrosamente cerca del mismo. Sus manos se balanceban junto con su cuerpo, ganando las rechiflas de los espectadores. Como encargados, hubo que ir a controlar la situación para evitar un daño de graves proporsiones. Afortunadamente todo salió bien.

Ni los bocinazos, ni los micreros que se detenían cual mitad de cuadra o semáforo en verde para mirar la proyección, la opacó. A mi parecer, le dio un tinte pintoresco y porteño. Marinos, pasajeros del hotel Reina Victoria, oficinistas de la Sudamericana de Vapores, gente del Lo de Pancho, Bomberos, el tipo de la caseta municipal de las patentes y hasta el mismísimo Arturo Prat, se deleitaron aquellas noches con un verdadero "cine en su casa".




jueves, julio 13, 2006

CHIMENEAS SIN HUMO


Fotograma 19:

"Calderas del pasado"

Siempre me ha seducido. Soy nostálgico y lo reconozco. Pese a no haberlo vivido directamente, siento que el pasado me infunde una profunda curiosidad, como predestinada al redescubrimiento de algo que hasta ese entonces desconocíamos, pero que cargábamos inconscientemente dentro de nosotros.

Visitar un sitio histórico: abstraerse de lo cotidiano para ser puesto por una gran mano dentro de un nuevo escenario, listo para ser revisitado. Es una suerte de viaje al pasado en consciencia, como una gran película que pasa frente tus ojos, la cual se va desarrollando conforme vayas descubriendo cosas.

Las salitreras representan mucho de eso: Un oasis histórico congelado en la perpetuidad del desierto, evitando desmoronarse por el aliento de unos pocos, frente a la desidia de muchos. Un lugar que con sus oxidados colores y arenosos parajes nos invita a sumergirnos en su aventura, una que por cierto, carece de guías o anexos contemporáneos encargados de desublimar la travesía.

La presencia del pasado es fuerte en aquel lugar. Incluso el canto de las latas y el silbido del viento parecen advertirnos la existencia de alguien más, de un ojo avisor atento a nuestros movimientos y que intimida a través de la inhospitabilidad y de la soledad. Sin duda, un aventura personal.

Ojalá tengan la suerte de contemplar un buen atardecer en este lugar. El ocaso que evoca la caída de un grande parece ser dedicado en exclusiva a estas monumentales estructuras, orgullosas de su pasado y reticentes a desaparecer tras la infame cortina del olvido. No dejemos que ello ocurra, aún es tiempo de reconciliarnos con nuestra historia.

Fotograma tomado en la salitrera de Santa Laura, agosto de 2003.

lunes, julio 10, 2006

CAMINO AL TITIKAKA


Fotograma 18:

"Cholas de Copacabana"


Hablando con un buen amigo hace unos días, me contaba de sus experiencias y anécdotas viajeras por aquel par de hermosos países altiplánicos que son Perú y Bolivia. Como lo he comentado en un par de ocasiones en este blog, son experiencias que ciertamente nunca olvidarás y vaya que te enriquecen el alma.

Me gusta Bolivia. Una tierra de gente humilde y trabajadora que pese a sus graves problemas sociales y a la postergación económica que han sufrido por décadas, es capaz de regalarte una sonrisa y un saludo afectuoso al pasar. Quizás sólo comparable al amistoso sureño habitante de los parajes del fin del mundo.

La imagen pertenece a Copacabana, un pueblito que se instala en la ribera boliviana del Titikaka por sobre los 3.000 msnm. Pequeño, acogedor, cálido. Antesala de las islas del Sol y de la Luna, posee carnavales intensos y pintorescos, de aquellos que no conocemos acá en Chile.

Recuerdo nostálgico aquella noche que nos bajamos del bus y nos topamos con un desfile bastante exaltado, producto del exceso de alcohol tanto en hombres, mujeres, niños y turistas. Simplemente, todo un espactáculo para nuestros cansados ojos.
Destapar una cerveza y quedar con la espuma como bigote producto de la altura, era sólo una muestra de lo curioso del lugar.

Indudablemente, lo que más me llamó la atención (y la de mis amigos) fue la disputa de dos cholas completamente ebrias por un "macho" que dificultosamente podía mantenerse en pie, a causa de la desmedida ingesta alcohólica. En tanto, un niño trataba de manera infructuosa terminar con el lío, aprovechando las energías para llevarse a casa el único sustento familiar: un carrito de comercio ambulante.

La imagen posteada fue capturada al día siguiente, más reposados y aún con reminiscencias de la noche anterior. La chola está sentada en las afueras de la iglesia principal de Copacabana, la única de esa embergadura en el lugar. Ella no está sola, sino acompañada por un numeroso grupo apostadas allí, a la espera de la moneda del peregrino piadoso.

Si bien no les gusta ser fotografiadas, o en su defecto te cobran por ello, estos típicos personajes del paisaje boliviano no pueden quedar fuera de la bitácora fotográfica del viajero. Es un imperdonable, sólo atribuíble a aquellos altaneros aventureros venidos a más, que en lugar de empaparse con la cultura visitada, prefieren denostrar en contra de ella, sólo por el hecho de lucir distintos.

martes, julio 04, 2006

DEL TERREMOTO DE 1985


Fotograma 17:

"Casonas de calamina"

Estas casonas son bastante especiales. Son como un enrevesado laberinto que sólo nos muestra una vieja cara oxidada hacia el exterior, desde la cual podemos inferir y suponer las más variadas configuraciones habitacionales propias de este puerto. Las de la imagen corresponden al cerro Polanco, a unas cuadras del ascensor del mismo nombre.

Aún recuerdo cuando el terremoto de marzo de 1985 desnudó a varias de estas construcciones, quedando sus ocupantes en una suerte de "vitrina", similar a aquellos hormigueros que se suelen mostrar en programas animalísticos. Podías verlo todo: dormitorios, baños, la cocina y el resto de las habitaciones; muchas veces sorprendiéndote por su partcular distribución. Más aún, era increíble caer en la cuenta que tal espacio habitación era compartido por varias viviendas.

Escaleritas de entrepisos, claraboyas empotradas en minúsculos cuartitos, viejas cañerías al descubierto (de esas que iban sobre el cielo del techo, pero a la vista) que desembocaban en una antigua bañera semi oxidada. Todo un descubrimiento para aquellos ojos curiosos y ávidos de algo inusual. No por nada varias imágenes de "Pancho" recorrieron el mundo tras el mentado sismo, como prueba de su poder destructivo.

Muchas de ellas fueron reparadas. Algunas demolidas. Pero luego de aquello ya no sería lo mismo, pues pese al clásico recubrimiento de calamina repuesto en su lugar, el secreto ya había sido revelado ante nuestros ojos. Unos ojos que cada vez que contemplen esta verdadera cirugía estética habitacional, podrán siquiera vislumbrar, evocar y comprender el funcionamiento interno de ese armonía tan desordenada llamada Valparaíso.