jueves, diciembre 21, 2006

SUEÑOS EN TRANCE


Fotograma 41:

"Paseando bajo la tarde"

Cielo esmeralda nos ha tocado esta vez. El viento intranquilo no nos deja avanzar fácilmente, pero nos refresca el temple y el espíritu. Me pregunto cuanta gente se apostará en estos lares para ver el año nuevo en el mar ... quizás muchos, quizás pocos.

Será una fecha especial. Quizás muy distintas a otras que he vivido ... y que la comunidad de mis amigos ha experimentado también. Nos acercamos precipitadamente al "curiosamente" llamado "cambio de folio", es decir, el paso de los 20s a los 30s.

¿Y porqué tanto color? ¿Qué hace que este fin de año sea tan especial y distinto a los otros? El cambio y la evaluación. Cambiar de década no creo que sólo involucre apagar más velas en una torta, sino que involucra una restrospección sobre qué fuimos, qué somos y qué soñábamos que seríamos, y en qué nos convertiremos potencialmente.

Como dice una canción que me gusta mucho, uno planea muchas cosas, pero es finalmente el destino que te hace aterrizar donde el quiere, pero no donde creíamos que sería. Podemos guiar las situaciones, pero creo tenemos un límite.

"Todos mis diseños, simplificados ... todos mis planes, sacrificados ... todos mis deseos, comprometidos ..." dice aquellas canción. Mucho de razón tiene, pero creo que debemos tener claro que en la medida que modificamos (a la fuerza o no) nuestros planes, la capacidad de adaptarlos al nuevo escenario es clave.

Jamás es posible dejar der soñar ... pues es el motor de nuestra existencia. Si eso se acaba, nos convertiremos en eternos errantes desalmados, carentes de planes y legítimas aspiraciones. Espero que al llegar a tal edad y al mirar atrás, el diseño anhelado para mi vida no se haya simplificado a tal punto de verlo como irreconocible.

martes, diciembre 12, 2006

CIELO DE CELOFÁN


Fotograma 40:

"Adiós barquito"

Que placentero color de cielo. Me gusta sentir que estoy parado bajo un gran celofan que lo tiñe todo de un color inesperado a la hora del ocaso. Mi día cambia y se vuelve momentáneamente nuevo, distinto al que ha corrido las horas pasadas.

El mar nos entrega la frescura necesaria para sobrellevar el calor atosigante, nos da aquella brisa revitalizadora inexistente en otros parajes. Los porteños tenemos ese clima extremo pero sabroso durante el verano: A ratos sofocante en el día y fríamente ventoso por la noche. Qué rico sentir como las sábanas no se pegan a tus pies por un calor nocturno asfixiante.

Los miradores de la costa permiten contemplar este espectáculo de sobremanera. Invitan a encumbrarse sobre el mar para sentirse suspendido como un caminante lunar. La brisa, el oleaje y el olor a sal hacen el resto. Estás en tu propio show. El de tus sentidos.

Se permite la entrada sólo a quienes hayan pagado su adhesión, aquellos que merecen compartir este momento único e irrepetible. Aquellos que por la fuerza del azar les tocó estar ahí. Quienes no hayan asistido, seguramente no han leído el anuncio del periódico ni mucho menos el de la televisión. Seguro están siguiendo la muerte de Pinochet o la última explosión en Irak.

Acá estas noticias no llegan. No logran traspasar el celofán que nos cubre ni mucho menos pueden penetrar en el terreno de los sueños que gobiernan estas provincias. Incluso las bocinas de la furibunda tribu vehicular son acalladas por el rugir incesante de las olas y el viento.

No deseo irme. Pero la deaparición del sol arreado por el barco que nos deja dice que el ocaso ha finalizado. Es hora de volver a la rutina.