sábado, agosto 05, 2006

TREN AL ... ¿SUR?


Fotograma 25:

"Un viaje con la historia y con historias"

Los trenes guardan dentro de sí todos los ingredientes necesarios para convertirse en un museo: Historia, antigüedad, óxido, y lo mejor de todo, muchas cosas que mostrar y contar. Me creo incapaz de visualizar y vislumbrar las infinitas vivencias que deben contener estos gigantes de fierro en sus ya desgastadas estructuras.

El tren viaja y nosotros viajamos en y por el tren. Caminar por esos estrechos vagones, saltando de uno en uno siempre fue un estímulo para mi curiosidad de niño, deseosa de recorrer cada esquina y recoveco de estas imponentes moles, que danzan en un constante e hipnótico vaivén.

En la historia del hombre los trenes son sinónimo de progreso y expansionismo. Nuestra vecina Viña del Mar nació como ciudad al costado de la línea férrea en sus albores. Asimismo, durante la colonización de norteamérica significó avance y progreso mediante la cual se intercomunicaban los distinto estados.

Tantos han sido construidos como pasados a retiro. Tanto portadores de carbón en sus inicios como de nostalgia durante su ocaso, generan un innegable magnetismo en el romántico viajero. De niño, recuerdo haber tenido más de alguna locomotora eléctrica, que me mantuvo por cierto, obnubilado por horas.

Hoy tenemos el metro. Hermano menor y tecnológico de los trenes, emulan de buena forma a sus parientes, pero de manera más fría y citadina, sin ese tufillo campestre y provinciano que rodea a los viejos automotores.

Bajo tierra es poco lo que se puede apreciar. Sólo fríos e indiferentes rostros acompañan en soledad al viajero absorto en sus imaginarios individuales, sólo comparable al incomodante trayecto de un elevador y sus desconocidos ocupantes. Pareciese que irremediablemente el progreso conlleva frialdad y hermetismo respecto al todo.

Si bien eso no es reprochable, acá tenemos el privilegio de contar con un metrotren (híbrido al menos) que si bien nos sumerge en las entrañas de la ciudad por unos minutos, lo hace para entregarnos al emerger, uno de los más lindos paisajes que pueda contemplar el efímero viajero urbano: el borde costero.


Se trata de una exquisita bocanada de vista fresca para nuestros ojos, condenados momentáneamente al fragor del silencio visual. Cerramos en abierto nuestros ojos para abrir nuestros pensamientos, en un viaje que si bien nos obliga a desplazarnos dentro de la ciudad, podemos acompañarlo con otro sin que nos sea necesario movernos: Soñar.

1 comentario:

F R O G N U M dijo...

No me acuerdo de ese barco, pero si me acuerdo del barco biblioteca que recalaba en Valparaíso ... era bacán.

Podia ver libros que nunca habrían acá. Creo que era español. ¿Qué le habrá pasado?

Deberíamos hacer un trip carretero en algún tren perdido por ahí... a lo mejor en el metro nos dejan ... ahooooooooooooooonde

JAJAJA

Salupis!

pD: Tu mochila está a salvo.