sábado, agosto 26, 2006

ESPEJO NATURAL


Fotograma 29:

"Laguna de Zapallar"

Pensar en playa no puede sino transportarme a un ambiente calmo y relajado. La brisa, el sonido del mar rompiendo en la orilla de la playa y las gaviotas completan un cuadro que al cerrar los ojos nos pueden llevar a cualquier parte.

Cuantas jornadas vividas acampando en las arenosas playas de Maitencillo u Horcón ... todo un regalo para los sentidos. El cálido color de la puesta de sol, el azulino tono del alba, la majestuosidad de la luna llena ... todo sin la citadina intervención de luces y faroles.

Lo más entretenido a mi parecer, de estos viajes, es el autismo grupal exquisitamente otorgado por las formaciones rocosas y el difícil acceso a la playa tras la subida de la marea. La creación de una micro comunidad nos permiten minimizar en una cantidad no menor las comodidades y regalías que la urbe, se ha encargado de entregarnos y de esta forma desnaturalizarnos.

El fotograma corresponde a Laguna de Zapallar, tomada hace un par de años en un viaje personal. El agua es un verdadero espejo del cielo, tornándose gradualmente anaranjado. Los exploradores: Un grupo de caminantes anónimos, que transitan y gradúan la pequeñez del hombre dentro del cirscuncrito natural.

lunes, agosto 21, 2006

EL GRAN PEZ


Fotograma 28:

"El árbol de dos troncos"

Se parece un tanto al afiche de esa gran película llamada "Big Fish" de Burton. La diferencia: Fue tomada casi cinco años antes en Playa Ancha, en las proximidades del faro, hasta ese entonces de desolado y baldío entorno, hoy hermoseado con amplios y adoquinados miradores.

Alguien decía que los árboles son como puentes. Son capaces de vincular el suelo y el cielo. La realidad con los sueños. La cordura con la sana locura, aquella que nos libera de la a veces abrumadora verdad y nos entrega cuales ícaros, alas de cera para volar cerca de un sol que más temprano que tarde nos devolverá a nuestra cotidianeidad.

El árbol se impone con su presencia. Es un señor. ¡Quién no quiso tener una casa en el árbol! Armar un lúdico refugio alejado de la tierra, como queriendo encontrar en las alturas un rincón propio, ajeno de todo aquello que dejábamos a un lado en ese plato llamado vida.

Sus ramas parecen grandes y amigables brazos, como los de un buen amigo que la lejanía se encargó de incomunicarte, pero que siempre estarán extendidos para recibirte de manera amistosa.

También se dice que el mirarlos de manera individual no nos permite apreciar el bosque que lo contiene. Será quizás porque cada individuo se parapeta bajo uno en particular, del que si bien no es imposible desprenderse del todo para ver, sí nos sirva de referencia para que una vez que subamos a su copa y veamos al bosque que pertenecemos, podamos sacar de esta comparativa las más ricas reflexiones y emitir los juicio más sanos y provechosos para evitar su deforestación.

miércoles, agosto 16, 2006

ÁNGEL DE LA GUARDA


Fotograma 27:

"El Angelito"

Estas esculturas sí que son intimidantes. Representan a cabalidad aquel fin por el cual fueron construidas: Velar por el eterno descanso de aquellos sobre quienes moran. No saben acerca de lo que es dormir o relajarse, mirar hacia el lado o "sacar la vuelta". Son ángeles. Son de otro mundo.

Personalmente ir al cementerio me relaja. No es un lugar para saltar de alegría pero es donde se cimenta el cierre de un ciclo vital, por triste que este nos pueda parecer. Caminar a través de sus nichos nos invita a una reflexión acerca de quiénes somos y que hacemos en este mundo. Repensarse a través de la partida de otros puede resultar un ejercicio bastante enriquecedor.

Recuerdo cuando cursaba el segundo año de periodismo y junto a mi grupo de amigos y compañeros realizamos un trabajo para el ramo de radio sobre la muerte. Claramente el cementerio no podía quedar ajeno a tan alusiva invitación.

Decidimos pasar la noche en varios de ellos. Una suerte de periplo post morten que en un principio debo reconocer fue algo que nos llenó de incertidumbre. ¿Cómo sería? ¿Veríamos algo paranormal? ¿Sentiríamos sensaciones provenientes del más allá?

Los cementerios de Valparaíso fueron los silenciosos protagonistas de la noche. Sin duda, el más escalofriante en términos ambientales mas no vivenciales, fue el número 3 de Playa Ancha. Cruces salientes del suelo, fotografías descoloridas de los difuntos, dibujos de niños fallecidos y varios
lúgubres elementos adornaban el espectral escenario.

Una vez dentro, la paz interna que sentimos los protagonistas fue inmensa. Personajes como el asesino-milagrero Emile Dubois, La Pinina, el Chino, entre otros yacen bajo su extensión. Recuerdo la animita del francés avecindado en Chile llena de placas de agradecimientos por los "Favores concedidos" y aquel deslavado cuaderno que acusaba recibo de los innumerables milagros llevados a cabo por la pequeña niña muerta.

Sombras sin cabeza, ataúdes que se salían de sus mausoleos pese a estar encadenados, escaleras que se movían solas fue sólo parte de lo que vimos, pero a través de los ojos de quienes nos acompañaron y dieron vida a este recorrido nocturno: Los nocheros.

Sólo nuestros pasos y los relatos de los cuidadores daban un cariz más siniestro a tan oscuro lugar. Anécdotas sobran. Quizás algún día las relate, pero eso pertenece a otra historia y por qué no, a otro fotograma.

viernes, agosto 11, 2006

NEGOCIOS DE BARRIO


Fotograma 26:

"Los Moyano"

Toda mi infancia compré en él. Recuerdo claramente su evolución a través de estos años. Cambios de dueños, mas no de familia; aperturas laterales, uso de vitrina, arreglos de fachada, entre otros. El negocio de Los Moyanos es parte de la historia de mi barrio.

Siendo atendido durante mi infancia por doña Margarita, rememoro aquellos momentos en que con mis amigos ibamos a comprar guagüitas, calugones pelayo, chocolates Calaf u otro producto ancla de los ochenta.

Siempre me llamó la atención una suerte de garra que el dependiente de turno usaba para alcanzar aquellos productos situados en las repisas más altas, quizás emplazados en aquel lugar por su escasa e infrecuente venta, merecedores, de cierta forma, de aquel sutil castigo comercial.

Luego vino la desaparición de la señora Margarita y la posterior llegada de la señora María, apodada por nuestro grupo como la "Cabeza de León" debido a su particular melena, altamente representativa del susodicho felino. Cual dictador, aún se mantiene tras el mesón, vendiendo aquellas bolsillas de repollo picado heredadas de hace tres décadas atrás.

Siempre me ha resultado increíble y fabuloso el encanto lúdico de la mente en desarrollo. Capaz de idealizar y grandificar cualquier tipo de realidad vivida, endiosando cada momento, por pusilánime e insignificante que éste pudiese parecer a los ojos ajenos.

Sin duda, cuando niños vemos las cosas de otra manera. Carecemos de la contaminación propia del adulto, atestado y atiborrado por sucesos que lo aislan de su parte más lúdica y soñadora, a menos que se trate de un artista.

Divino me parece el pensar en aquella época donde todo nos parecía enorme, de techos inalcanzables y pasillos inrecorribles. Aquel minuto en que sabíamos hasta cuantos nudos tenía la madera de nuestro suelo, y conocíamos de memoria la mancha sobre el cielo de nuestra cama.

¿Será necesario perder todo esto?. Personalmente creo que no. Lamentablemente la evolución de los tiempos se ha llevado consigo al barrio, al sano peluseo y lo ha reemplazado por niños de cristal temerosos del mundo exterior, del cual creen nada bueno puede salir, y del que quienes los engendraron, vivieron los más lindos años de su vida.

sábado, agosto 05, 2006

TREN AL ... ¿SUR?


Fotograma 25:

"Un viaje con la historia y con historias"

Los trenes guardan dentro de sí todos los ingredientes necesarios para convertirse en un museo: Historia, antigüedad, óxido, y lo mejor de todo, muchas cosas que mostrar y contar. Me creo incapaz de visualizar y vislumbrar las infinitas vivencias que deben contener estos gigantes de fierro en sus ya desgastadas estructuras.

El tren viaja y nosotros viajamos en y por el tren. Caminar por esos estrechos vagones, saltando de uno en uno siempre fue un estímulo para mi curiosidad de niño, deseosa de recorrer cada esquina y recoveco de estas imponentes moles, que danzan en un constante e hipnótico vaivén.

En la historia del hombre los trenes son sinónimo de progreso y expansionismo. Nuestra vecina Viña del Mar nació como ciudad al costado de la línea férrea en sus albores. Asimismo, durante la colonización de norteamérica significó avance y progreso mediante la cual se intercomunicaban los distinto estados.

Tantos han sido construidos como pasados a retiro. Tanto portadores de carbón en sus inicios como de nostalgia durante su ocaso, generan un innegable magnetismo en el romántico viajero. De niño, recuerdo haber tenido más de alguna locomotora eléctrica, que me mantuvo por cierto, obnubilado por horas.

Hoy tenemos el metro. Hermano menor y tecnológico de los trenes, emulan de buena forma a sus parientes, pero de manera más fría y citadina, sin ese tufillo campestre y provinciano que rodea a los viejos automotores.

Bajo tierra es poco lo que se puede apreciar. Sólo fríos e indiferentes rostros acompañan en soledad al viajero absorto en sus imaginarios individuales, sólo comparable al incomodante trayecto de un elevador y sus desconocidos ocupantes. Pareciese que irremediablemente el progreso conlleva frialdad y hermetismo respecto al todo.

Si bien eso no es reprochable, acá tenemos el privilegio de contar con un metrotren (híbrido al menos) que si bien nos sumerge en las entrañas de la ciudad por unos minutos, lo hace para entregarnos al emerger, uno de los más lindos paisajes que pueda contemplar el efímero viajero urbano: el borde costero.


Se trata de una exquisita bocanada de vista fresca para nuestros ojos, condenados momentáneamente al fragor del silencio visual. Cerramos en abierto nuestros ojos para abrir nuestros pensamientos, en un viaje que si bien nos obliga a desplazarnos dentro de la ciudad, podemos acompañarlo con otro sin que nos sea necesario movernos: Soñar.

miércoles, agosto 02, 2006

COMO PERROS Y GATOS


Fotograma 24:

"El perro dormilón"

¿Quién no ha tenido una mascota? Creo que pocos podrían responder afirmativamente a esta interrogante. Es difícil resistirse al encanto de estos "hermanos menores" que día a día nos acompañan, quizás en silencio, pero de manera incondicional.

No hablo sólo de los perros, como el que aparece en este fotograma, sino de cualquier creatura dispuesta a hacernos compañía durante este viaje llamado vida. No es raro hallarse de pronto hablando con un gato, un perro quizás hasta un conejo o un hamster, esperando una respuesta que conscientemente sabemos, nunca será verbalizada.

Nos basta con un bostezo, una movida de cola o hasta un estornudo para atribuirle las más lúdicas y antojadizas interpretaciones, pues de lo contrario nuestro diálogo no fructiferaría. Les hablamos como personas, los retamos como a hijos, les tratamos de enseñar como a los niños. Si hasta juguetes les compramos.

¿Será que queremos humanizarlos? No lo sé, pero me es muy divertido escuchar a la gente conversando con sus mascotas y autorespondiéndose en una escena digna de la mejor clase de ventriluoquía. Mas me intriga de sobremanera, el qué pensarán estos entrañables personajes al vernos hacer tanto "tony" para llamar su atención.

El perrito de este fotograma vaya que no se dio por aludido. Su indiferencia me jugó de aliado al tomar esta imagen. Si bien era bastante regalón, preferí no perturbarlo para rescatar su soledad. Una soledad que se refleja en el frío blanco que le acompaña y le hace parecer aún más pequeño en la inmensidad de sus carencias, las que no encuentran ningún abrigo en el mundo que le alberga.