miércoles, agosto 16, 2006

ÁNGEL DE LA GUARDA


Fotograma 27:

"El Angelito"

Estas esculturas sí que son intimidantes. Representan a cabalidad aquel fin por el cual fueron construidas: Velar por el eterno descanso de aquellos sobre quienes moran. No saben acerca de lo que es dormir o relajarse, mirar hacia el lado o "sacar la vuelta". Son ángeles. Son de otro mundo.

Personalmente ir al cementerio me relaja. No es un lugar para saltar de alegría pero es donde se cimenta el cierre de un ciclo vital, por triste que este nos pueda parecer. Caminar a través de sus nichos nos invita a una reflexión acerca de quiénes somos y que hacemos en este mundo. Repensarse a través de la partida de otros puede resultar un ejercicio bastante enriquecedor.

Recuerdo cuando cursaba el segundo año de periodismo y junto a mi grupo de amigos y compañeros realizamos un trabajo para el ramo de radio sobre la muerte. Claramente el cementerio no podía quedar ajeno a tan alusiva invitación.

Decidimos pasar la noche en varios de ellos. Una suerte de periplo post morten que en un principio debo reconocer fue algo que nos llenó de incertidumbre. ¿Cómo sería? ¿Veríamos algo paranormal? ¿Sentiríamos sensaciones provenientes del más allá?

Los cementerios de Valparaíso fueron los silenciosos protagonistas de la noche. Sin duda, el más escalofriante en términos ambientales mas no vivenciales, fue el número 3 de Playa Ancha. Cruces salientes del suelo, fotografías descoloridas de los difuntos, dibujos de niños fallecidos y varios
lúgubres elementos adornaban el espectral escenario.

Una vez dentro, la paz interna que sentimos los protagonistas fue inmensa. Personajes como el asesino-milagrero Emile Dubois, La Pinina, el Chino, entre otros yacen bajo su extensión. Recuerdo la animita del francés avecindado en Chile llena de placas de agradecimientos por los "Favores concedidos" y aquel deslavado cuaderno que acusaba recibo de los innumerables milagros llevados a cabo por la pequeña niña muerta.

Sombras sin cabeza, ataúdes que se salían de sus mausoleos pese a estar encadenados, escaleras que se movían solas fue sólo parte de lo que vimos, pero a través de los ojos de quienes nos acompañaron y dieron vida a este recorrido nocturno: Los nocheros.

Sólo nuestros pasos y los relatos de los cuidadores daban un cariz más siniestro a tan oscuro lugar. Anécdotas sobran. Quizás algún día las relate, pero eso pertenece a otra historia y por qué no, a otro fotograma.

1 comentario:

Flor dijo...

Bonita foto... me encanta recorrer los cementerios... hace poco estuve en el Cementerio de Recoleta en Buenos Aires y es increíble todo lo que puedes conocer de un país a través de estos lugares, y para qué decir las esculturas que allí habían.
Saludos