lunes, mayo 29, 2006

EL DÍA DE LOS MUERTOS


Fotograma 7:

"Las Cruces"

Recuerdo que fue un día de los muertos. 1 de noviembre para ser más exacto. Me acompañaba el señor Diego Vega y su cámara Vivitar, veníamos o íbamos hacia la ex- cárcel, no lo recuerdo bien. Decidimos aprovechar la ocasión y nos metimos al cementerio número 2 del cerro Cárcel, pero antes debíamos pasar nuestra primera valla: los guardias.

Le dijimos que se trataba de un trabajo para la universidad, encargado por un profesor muy pesado. Accedió. La condición: No fotografiar nombres ni las fotografías de los muertos puestas en los mausoleos, de esas que generalmente asustan más que el cadáver mismo.

Fue un paseo tranquilo y relajado, sólo entorpecido por el insistente viento que levantaba polvo y hojas secas, ensuciando nuestras lentes insistentemente. Aún así, logramos capturar buenas imágenes, en su mayoría ángeles y figuras religiosas, cuya majestuosidad le dan, sin duda, un toque más celestial al lugar que con tanto ahínco y poco descanso han vigilado por décadas.

La cantidad de cruces existentes en un lugar como un cementerio es inimaginable, por lo que para retratar alguna, no había dudas que se debían elegir de manera reposada y observada. Me recuerdo que estas estaban al dar la vuelta la escalera principal, debiendo elevar la mirada para no dejarlas pasar. Realizar una toma desde abajo acentuaría el carácter imponente de las mismas, por lo que esperé que pasaran unas nubes apocalípticas por detrás y ¡clic!

El resultado me gustó bastante. Las diagonales desequilibran equilibradamente el encuadre proyectado en ambas cruces. Las nubes hacen el resto. Recuerdo que luego de caminar varias veces por esos sobrepoblados y desalmados pasillos, nos fuimos a la ex-cárcel, otro sitio que contenía tanta carga emocional como el panteón, pero eso será parte de otro fotorelato.


jueves, mayo 25, 2006

DE TEXTURAS Y SOMBRAS



Fotograma 6:

"Cadenas oxidadas"

Las texturas son una materia prima básica en la fotografía. Son una suerte de diamante en bruto al cual cada fotógrafo debe saber pulir y aprovechar con su propia pericia. Digo esto, porque hay pequeños truquitos para hacer resaltar más la textura de ciertos objetos, y el no conocerlos puede darnos como resultado una imagen plana y chata, carente de la riqueza tridimensional que nos brinda el correcto tratamiento de un objeto.

Siempre se dice en el entorno fotográfico que la peor hora para tomar fotografías es al mediodía en un día de sol. ¿La razón? Al encontrarse el sol en su zénit, provoca un efecto de "aplastamiento" de los cuerpos, es decir, los deja virtualmente sin sombra, lo que finalmente se traduce en una pérdida de la textura que puedan poseer.

Y es ahí donde radica uno de los secretos de la foto texturizada: la iluminación. Bien utilizada nos puede otorgar bellas capturas, ricas en sombras y contrastes, casi palpable en tridimensionalidad desde su plano
soporte; pero mal usada puede entregarnos resultados vacíos, carentes de todo estímulo sensorial.

Por lo tanto, una hora apropiada para este tipo de trabajos es la puesta de sol. Su tono amarillento e iluminación lateral logra levantar y descubrir todo un mundo de superficies y texturas invisibles hasta ese entonces. Además, es importante la NO utilización de un flash frontal, pues su efecto huslero es devastador con las sombras. Inténtelo y vean los resultados. Su ojo se los agradecerá.

La foto que acompaña la tomé en una tarde de invierno en la avenida Altamirano versión 1.0. Un día nublado me ayudó a conseguir una imagen suave y sin altos contrastes, pero no carente de texturas. Pese a que no usé filtros, los vívidos
colores me dan la sensación de que casi podría tocar los filosos recovecos de esta vieja cadena, que espera en su muelle a un navío que el tiempo se llevó y ya no volverá.


lunes, mayo 22, 2006

AÑO NUEVO ... ¿VIDA NUEVA?




Fotograma 5:


"El Hongo de Año Nuevo"

Otro elemento extraño y sabroso de la fotografía es la incertidumbre. ¿De qué?, se preguntarán ustedes ... de no saber exactamente cómo saldrá la toma que hemos capturado. Si bien existen ajustes que se rigen por cierta lógica según la situación a la que nos enfrentemos, el resultado final dependerá de variables que a veces ni el más avezado fotógrafo puede controlar.


Ciertamente la pericia y la experiencia ganadas a través del tiempo pueden contribuir a preveer lo que en la imagen final se estampará, pero es ese factor desconocido el que le da un sabor único al momento en que por vez primera contemplamos el resultado de nuestro trabajo: el revelado.

Tal como lo señala la palabra, se trata de develar algo desconocido, de descubrir algo ignorado o secreto, o como lo llamaría yo, de traer a realidad lo contemplado por nuestra "mirada inocente" de las cosas. Todas válidas por si mismas, todas válidas en conjunto.

Esta vez la imagen que acompaña a estas líneas se sucedió de esa forma: Inesperada.

Era el año nuevo de 1999 y me apostaba en los alrededores del mirador Barón. Trípode emplazado, comenzó el espectáculo tradicional y porqué no decirlo, poco novedoso. Unas cuantas obturaciones y listo. "Para qué más", pensé, "si es casi igual todos los años". Sorpresa.

Pese a que tampoco es una imagen demasiado inusual, sí lo es en esencia. Las extremadamente marcadas líneas del fuego artificial, los rayos en su nacimiento y su "chascona" explosión, me rememoran más a un hongo nuclear que a una palmerucha de año nuevo. Algo que "ni por pienso siquiera" vi aquel 31 de diciembre de 1998.


pD: Gracias a todos por sus comentarios.

jueves, mayo 18, 2006

Dos gigantes suspendidos entre el cielo y el mar



Fotograma 4:

"Grúas del muelle Barón"

Recuerdo esta fotografía como producto del azar. Terminaba otra agotadora jornada universitaria, una de aquellas que a medida que pasaba la tarde más lejos tu mente volaba fuera del aula. En este proceso muchos atendían otros asuntos, se concentraban en detalles intrascendentes de la clase o simplemente dormían.

Tras salir de clases y conducir a casa, la primavera nos regalaba esos atardeceres dignos de ser contemplados acompañados, ya sea, de tu pareja o simplemente de tus pensamientos. Por esos avatares de la vida andaba con mi cámara cargada y deseosa de capturar algun momento único.

Subía por la avenida Diego Portales de Barón cuando veo este exquisito espectáculo de nubes y luz sobre estos dos gigantes de metal suspendidos sobre el mar. La reacción no se hizo esperar y busqué un escudriño donde estacionar y cual cazador me lanzé a la caza de mi presa.

Dado que los atardeceres varían segundo a segundo, mi prisa no era menor, por lo que haciendo los ajustes necesarios y teniendo fe que darían el resultado deseado, tomé posición y obturé sin pensarlo dos veces. La suerte ya estaba echada.

Para ese tiempo, recuerdo que aún no poseía filtros ni elementos que enriquecieran la imagen de manera extraordinaria, pero vaya que les deseaba. Si bien la tarde se presentaba increíble sobre este espejo natural, sus colores no me parecieron tan intensos como los que vislumbré tras el revelado del celuloide. Una grata sorpresa y una de las tantas triquiñuelas que nos guarda la fotografía.

La presencia de un excesivo tono arananjado, tanto en el mar como en las nubes, construyeron en mí otra percepción de ese momento, existente sólo en ese pequeño trozo de papel, en ese mini universo de 10 x 15 centímentros de existencia, pero que al contemplarlo eran mi pasaje reservado a un momento quizás sublimado y enriquecido por el paso del tiempo y el olvido.

No he vuelto ha contemplar un atardecer igual a este. Quizás no lo haga. De alguna manera la existencia de esta imagen simplemente no me permita hacerlo, no porque no los haya habido, sino porque mi mente guarda el recuerdo de haber sido testigo de uno que permanece y permanecerá de manera vívida cada vez que tome este trozo de papel y lo contemple.

martes, mayo 16, 2006

ESE EXTRAÑO CONDIMENTO LLAMADO AZAR



Fotograma 3:


"El Cacharro"

Uno de los elementos más mágicos y lúdicos que tiene la fotografía es, sin duda, la serendipia. Ese azar que te permite estar en un lugar determinado en el momento exacto y con la cámara lista para disparar, y que al parecer, se rige sin normas lógicas.

Podría representarse como el caminar por las calles esperando toparse con alguna imágen o situación interesante que capturar, pero sin saber a ciencia cierta qué. Ser testigo de un hecho
único y hacerse dueño de un trozo de esa fugaz realidad que sólo ha dejado huella en el celuloide, es algo que realmente no tiene precio.

La foto que adjunto tiene algo de aquello, quizás no sea la más idónea, pero de algún modo se vincula con esa extraña conjugación de variables llamadas azar. La tomé en mi cerro, El Barón. Caminaba esperando conseguir alguna toma interesante pues cursaba el ramo de fotografía en la universidad. Para ello disponía de una película en blanco y negro, ya que quería algo con un look más antiguo.

La presencia de este antiguo camión bastó para convencerme de que era perfecto para el celuloide que portaba, así es que haciendo los ajustes requeridos y junto a ese delicioso clic que abriga en él la esperanza de haber conseguido una buena toma, me llevé esta atemporal toma conmigo.

Digo atemporal pues sólo la patente del cacharro lo sitúa en un momento histórico actual, ya que como el resto de este puerto, todo nos remite a tiempos muy lejanos y difíciles de capturar en una película fotográfica.

Para mi sorpresa, la camioneta fue retirada al día siguiente, llevándose consigo aquel momento que en algún minuto me pareció peredecedero, convirtiéndome en testigo único del mismo sólo unas horas antes y atribuyéndole instantáneamente una condición efímera que aparentaba no tener. La vinculación es quizás pequeña, pero de algún modo algo me llevó a caminar y a estar en aquel sitio para presenciar un evento, que si bien mayor relevancia no posee, sí lo tiene para ese pequeño espacio llamado papel, y mucho más para el concepto de imagen que en él se alberga.




sábado, mayo 13, 2006

La noche que vi ver cine bajo las estrellas




Fotograma 2:


"Cine bajo las Estrellas"


Tal vez, una de las cosas que más anhelaba hacer en algunas de mis tantas caminatas fotográficas, era la de subirme a una azotea para observar la ciudad desde un punto de vista distinto y, por qué no decirlo, inaccesible para muchos.

La oportunidad se dio durante los primeros días de marzo del presente año, cuando mi amigo personal, el señor Taco me llamó para hacer un pituto en el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (ex edificio de Correos de Chile). El evento: Un ciclo de cine bajo las estrellas, que como su nombre lo dice, no era sino la proyección de películas y documentales al aire libre, teniendo como techo a los propios astros.

La proyección, como es normal, duraba aproximadamente 2 a 3 horas, lo que se presentaba como la oportunidad propicia para tomar la cámara y llevarme un trozo de ese momento conmigo. Si bien las tomas de la ciudad desde altura no presentan ninguna novedad, el hecho de tener a cien o más personas sentadas en plena calle frente a una gran pantalla sí lo era.

Así es que junto a Coquito subimos, previa autorización, a la azotea del edificio en cuestión y comenzó la diversión. De todas las imágenes capturadas, ésta es sin duda, la que más me gustó por su composición, y porque contextualiza de buena manera lo que allí ocurrió y el dónde aconteció, ciertamente algo nada común.

Como detalles técnicos debo decir que este fotograma lo tomé con mi cámara digital, de ahí la tendencia a la granulización. El apoyo de un trípode, fundamental. La apertura fue de 2.5 y la velocidad de exposición , según me recuerdo, fue de 13 segundos.

viernes, mayo 12, 2006

400 ASAs

¡BIENVENIDOS!

Bueno, contrariando todos mis preceptos me he decidido a levantar uno de estos sitios llamados "blogs". Mi fin no es otro sino el de exponer algunos de mis trabajos fotográficos, recibir comentarios acerca de los mismos, críticas demoledoras o lo que sea ... cada cual es libre de opinar lo que le plazca, pero siempre dentro de los márgenes del respeto.

Son bastantes las imágenes que he capturado con mis cámaras a través de estos años "ejercitando la mirada". Los resultados han sido buenos y malos, pero siempre ganando algo impagable: desarrollar ese sutil arte de "mirar las cosas como por vez primera" , de maravillarse con su simpleza y de verlas de otra forma, quizás más poética, logrando atribuírle un significado personal a cada trozo de realidad enfrentado con la cámara para plasmar en una imagen, aquella subjetividad que nos hace sentir la luz construída frente a nuestros ojos.

¡CLIC!



Fotograma 1:

"Balcón del Paseo Wheelwright"

Esta imágen la tomé durante el verano. No pude resistir la atracción que me produjeron los balcones emplazados en el paseo. Me producen varias sensaciones. Por un lado, se presentan como una proyección terrenal sobre los dominios exclusivos del mar, permaneciendo el caminante en una suerte de suspensión contemplativa. La paz que se siente al estar ahí sólo la podría interrumpir el a veces ensordecedor ruido de las olas rompiendo en la playa, y bueno, quizás algún vendedor inoportuno que con sus gritos nos saque de nuestra catarsis.

Su forma tampoco me pasa desapercibida ... pues guardan cierta similitud con una gran guillotina (apareció mi lado gore), que más que desconectar la cabeza de tu cuerpo, lo hará momentáneamente de tu realidad ... tanto como dure este pequeño viaje, que tiene como vehículo principal a nuestros ojos.

Para obtener los tonos en degradé usé un filtro tabaco (A 125) y fue tomada con una apertura de diafragma 8.0 y una velocidad de obturación de 125. El asaje de la película era 100, ah, y la hora, creo eran las 7 pm.

pD: Cualquier similitud con el muelle de Requiem for a Dream, es sólo casual ; )