martes, junio 27, 2006

CALENTANDO LECHE EN HERVIDORES NATURALES


Fotograma 16:

"Sombras al alba"

No soy un tipo friolento. Pero reconozco haber sentido mucho frío durante dos ocasiones en mi vida: Al llegar a Uyuni, Bolivia, alrededor de las 3 ó 4 de la mañana y en la referida a este fotograma: Los geisers del Tatio.

La primera quizás fue una coincidencia, pues de día el pueblo era más bien cálido y soleado,
incluso apto para aquellos y aquellas que sufren de la comúnmente hallada "congelación espontánea", es decir, las personas que el 98% de las ocasiones tienen frío. Por variadas razones nuestro arribo se produjo a esa hora de la madrugada, dentro de las que recuerdo el mantenimiento del sutil equilibrio dinero y tiempo disponibles.

El Tatio es levemente diferente. De hecho, llegar ahí es bastante complicado. Un camino rocoso y empantanado (cuando llueve) puede traicionarnos en cualquier minuto, acabando de cuajo con nuestros deseos de contemplar tan magno espectáculo natural.

Generalmente se contrata un tour operador para la travesía, quienes te recogen a las cuatro y media de la mañana para emprender el viaje. Son dos horas en las que seguramente meditarás el qué te llevó a estar ahí, y si valdrá la pena tal esfuerzo. La puna y el frío se instalan entonces como los primeros invitados de piedra, obsecados con acabar con la paciencia de aquellos que se rinden más fácilmente.

Digo esto porque vi personas que a mitad de camino bajaban del bus a vomitar mientras desvariaban por efecto de la altura (4300 msnm) y otros que al llegar sólo atisbaron a echar un somero vistazo al lugar, como si se tratase del paisaje que contemplaran a diario camino a su trabajo.

Mi cara de congelación debe haber sido chistosa. Similar a la de aquella mina de plata en Potosí, sucia y con polvo de carbón o grasa. Acá era parecida, pero rojiza y sin expresión a unos 6º a 8º bajo cero. No obstante, al bajar del bus, caes en la cuenta de que nada ha sido en vano y de que eres testigo de un espectáculo único, al que no fuiste invitado sino por tu propia cuenta, por algo llamado curiosidad.

Debo decir que cada viaje que he hecho me ha llenado de satisfacciones enormes. Las creo de dos tipos: aquellas que regocijan al explorador que llevamos dentro (incluído el fotógrafo, je je je), ése que pese a todos los inconvenientes que surjan sigue adelante con la travesía; y aquellas de tipo afectivo, que se condice con los individuos que escribirán esa incierta historia a la hora de partir.

Compartir un viaje con las personas adecuadas en una coyuntura personal y comunitaria, creo es algo difícil de encontrar, construir y desarrollar. Hacer de un grupo diverso una unidad, un logro. Un logro que puede hacer que el simple acto de ir a una ventanilla y comprar un boleto de ida, se convierta en una de las experiencias más lindas, irrepetibles y bien recordadas de toda tu vida.

2 comentarios:

Isa dijo...

He viajado más veces sola que en grupo. Cuando los grupos son los adecuados, resulta maravilloso. Cuando no, prefiero andar sola. Me encanta conocer lugares nuevos junto a mis audífonos. Y conocer gente diferente, que si hubiese andado en grupo, tal vez no habría pescado.
Sigue posteando fotos del Norte que me traen recuerdos y nostalgias.

F R O G N U M dijo...

oK. Tengo un kilo de fotos del norte ... se vienen unas buenas de las salitreras y del valle de la luna y de la muerte.

Un abrazo