martes, diciembre 12, 2006

CIELO DE CELOFÁN


Fotograma 40:

"Adiós barquito"

Que placentero color de cielo. Me gusta sentir que estoy parado bajo un gran celofan que lo tiñe todo de un color inesperado a la hora del ocaso. Mi día cambia y se vuelve momentáneamente nuevo, distinto al que ha corrido las horas pasadas.

El mar nos entrega la frescura necesaria para sobrellevar el calor atosigante, nos da aquella brisa revitalizadora inexistente en otros parajes. Los porteños tenemos ese clima extremo pero sabroso durante el verano: A ratos sofocante en el día y fríamente ventoso por la noche. Qué rico sentir como las sábanas no se pegan a tus pies por un calor nocturno asfixiante.

Los miradores de la costa permiten contemplar este espectáculo de sobremanera. Invitan a encumbrarse sobre el mar para sentirse suspendido como un caminante lunar. La brisa, el oleaje y el olor a sal hacen el resto. Estás en tu propio show. El de tus sentidos.

Se permite la entrada sólo a quienes hayan pagado su adhesión, aquellos que merecen compartir este momento único e irrepetible. Aquellos que por la fuerza del azar les tocó estar ahí. Quienes no hayan asistido, seguramente no han leído el anuncio del periódico ni mucho menos el de la televisión. Seguro están siguiendo la muerte de Pinochet o la última explosión en Irak.

Acá estas noticias no llegan. No logran traspasar el celofán que nos cubre ni mucho menos pueden penetrar en el terreno de los sueños que gobiernan estas provincias. Incluso las bocinas de la furibunda tribu vehicular son acalladas por el rugir incesante de las olas y el viento.

No deseo irme. Pero la deaparición del sol arreado por el barco que nos deja dice que el ocaso ha finalizado. Es hora de volver a la rutina.

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